Hace un par de semanas atrás, me tocó hacer un recorrido por el Riachuelo. Fuí desde Lomas de Zamora hasta la Boca. El paisaje es... no se como describirlo en palabras. El agua tan quieta y negra como la muerte. Esa inquietante calma que precede a una gran tormenta. Tan podrido y contaminado que funciona de espejo. Se refleja todo, hasta el cielo y es ahí cuando se pinta de color celeste y parece vivo.
Sin más palabras les dejo un par de fotos que hablan por si solas. Y una de ellas es un homenaje a Marcos Zimmermmann, como habrán notado.
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