Día de la primavera, llovió sin parar. A las 18 hs. tengo que estar en el Estadio Malvinas Argentinas, prueba d sonido Almafuerte. "Entra por el portón negro, por donde entran los músicos", me dice un señor de seguridad, después de esperar que me autorizaran la entrada al estadio.
Llego a la parte de atrás del escenario. Se abre la puerta de uno de los camarines, sale el hombre de la cresta negra, me mira...sonrie. "Parece estar d buen humor, suerte!", pienso. Con su cresta negra, encorvado, enlutado...con la vida a cuestas pasa al lado mio. Salta al escenario. Se escucha el potente vozarrón del hombre de la cresta.
Sale del escenario, atraviesa el telón negro. Vuelve a sonreír, con una mueca torcida, dura...como un payaso triste. Sus zapatillas de cuero negras están gastadas, la suela deformada por la pisada, tienen tierra. Me dice: "no tengo la ropa adecuada". El vaso de plástico cuelga de su mano. Hace mucho frío, el baterista le pega y le pega al bombo. Es como una patada en el corazón. Mientras el hombre de la
cresta negra nos revolotea. Todavía no tiene ganas de hacer la nota. A cada pegada en el parche del baterista, el hombre de la cresta parece lanzarme una mirada. Tiene una mirada fuerte, vidriosa, fría...
Salto una fase, se corto la luz. La prueba de sonido vuelve a empezar. El hombre de la cresta vuelve a saltar al escenario, como un niño que sale a jugar en la plaza. Y de pronto, esa voz erosionada por el cigarrillo y el alcohol, al borde de escupir las entrañas. Un monstruo con piel de cordero. El manager nos da la señal de que todo esta ok, en minutos empezaremos a hacer las fotos.