jueves, 31 de enero de 2013
Sobrevivir.
Llegamos a las cuatro de la tarde, era una casa en Monte Chingólo, Lanús. Cuando pasamos al jardín estaba Leandro, de 28 años, sentado en una silla de ruedas. Enseguida nos dice: "yo vivo en la casa del fondo, pero a esta hora pega mucho el sol y como tiene techo de chapa no se puede estar adentro porque hace mucho calor".
Nos empieza a contar cómo sobrevivió a la balacera que recibió por error de parte de un sicario. Nos muestra todos los balazos que eran de la cintura para abajo: "nos disparaba a las piernas". Llegue a contar siete tiros en su cuerpo: "no se si son todas balas que entraron, algunos deben de ser roces, porque yo sentía como rebotaban en el suelo". Me mostró una bala que estaba entre la piel y las costillas: "la ves?, tocala (insitia), casi sale", me dice. Entonces se paró de la silla y sosteniendose en una pierna, "la otra pierna la tengo debil, pero sé que voy a volver a caminar", dijo. Se pone de pie, para mostrarme una gran herida que sube desde el abdomen hasta casi el esternón. Era una tremenda cirugía que le habían hecho en el hospital de Lanús en la sala de emergencias, porque una de las balas entro y le atravezo toda la panza rompiendole los intestinos. Debido a eso tiene una sonda para hacer pis y un ano contra natura.
Es muy impresionante ver como el cuerpo humano sobrevive a pesar de estar destrozado, ver el impulso de la vida que hace que el cuerpo mute, se adapte a su nueva realidad. Llego un momento en que mi cara ya no era disimulable, me sentía mal, muy impresionada. Estaba aturdida. Tenía miedo. Tuve una sensación de vulnerabilidad enorme. Quería salir de esa casa, no sabía que decir. Solo pensaba: "que espanto", "no entiendo la violencia, nunca voy a entenderla" . En ese momento, una de las cortinas que funcionaba como puerta se corrió por el viento y vi una beba de unos 11 meses acostada en una cama: "Es la hija de mi hermana, que esta con respirador", dijo. El aire se empezó a sentir más pesado y espeso; el calor parecía más fuerte, yo sudaba frío. Ya no escuchaba lo que me contaba Leandro, sólo pensaba como puede ser que pasen estas cosas.
En ese mismo momento, guarde mi cámara y di por terminada la entrevista. Salí de esa casa, sabiendo que lo más probable era que nunca más iba a volver a cruzarme con Leandro y esa beba. Documentar la violencia en la carne humana es una de las cosas más impactantes. No puedo dejar de shockearme ante esas situaciones.
Me subí al auto, que era el móvil que me transportaba de la pesadilla, al despertar. A veces, es muy difícil no involucrarse, no sentir; cuando la realidad es tan dura y tan violenta.
lunes, 28 de enero de 2013
viernes, 18 de enero de 2013
Entre Madrid y Buenos Aires.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)